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Un extracto de OMEGA Lifetime – The Family Edition
fotografías de PHILIPPE LACOMBE
Nuestra fascinación de humanos por el mar se remonta a miles de años. Sus misterios, escondidos bajo las olas, en las profundidades negras como la tinta, nos han tentado y seducido desde que tuvimos el impulso natural de explorar. Pero solo recientemente, en el pasado siglo, hemos llegado finalmente a dominar la tecnología de la inmersión para desentrañar realmente sus secretos.
Un de las tecnologías más fundamentales en el logro de ese objetivo ha sido el reloj que llevamos en la muñeca. Desde contar los críticos segundos de aire, hasta sobrevivir a las aplastantes presiones, un reloj resistente y preciso ha sido siempre esencial para quienes se someten a las olas.
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Hoy, consideramos que el Omega Seamaster es uno de los grandes relojes de la aventura oceánica. Y usted podría suponer, por su nombre, que esta era la auténtica razón por la que fue creado. Pero, igual que sucede con muchos diseños duraderos, la evolución del Seamaster no se parece a la de ningún otro. Su rumbo ha cambiado y progresado a lo largo de 70 años y sus verdaderos orígenes son muy diferentes de los que se puedan imaginar.
Las primeras semillas de creación significativas se sembraron en 1932. Fue entonces cuando Omega presentó su reloj "Marine", el primer reloj del mundo diseñado específicamente para buceadores civiles. Con una estructura pionera, el "Marine" obtuvo sin reservas la confianza de exploradores como William Beebe o Yves Le Prieur y marcó el camino de los avances de Omega en cuanto a estanquidad y tecnología subacuática. El "Marine" supuso un punto de inflexión decisivo para Omega y aseguró que en los años posteriores la firma permaneciera unida a los relojes de buceo resistentes.
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Pero, cuando las posibilidades de la exploración oceánica comenzaron a desarrollarse, llegó la devastación de la Segunda Guerra Mundial y sumió el mundo en el caos durante seis largos años. En medio de la guerra entre 1939 y 1945, Omega fue capaz de ganar una experiencia increíble, al producir y suministrar la mayoría de los relojes herméticos usados por los aviadores y marinos de la Royal Air Force. Fue una dura lección en el diseño de relojes, pero permitió a la firma dominar rápidamente la creación de relojes sólidos y fiables.
Cuando acabó la guerra, de aquella experiencia nació el Seamaster. Lanzada en 1948 para coincidir con el centenario de Omega, la colección aprovechó la tecnología utilizada en aquellos relojes de los tiempos de guerra y la transformó, con unos toques de elegancia, para los particulares activos que deseaban un reloj de "ciudad, mar y campo".
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Los Seamaster de aquellos primeros años manifestaban el espíritu revitalizado del mundo. Eran deportivos y válidos para el mar, pero también lo suficientemente sofisticados para las barras de bar y los locales nocturnos de las ciudades en auge. Puede ver usted, por la variedad de ángulos, texturas y motivos decorativos, que sus diseños eran ideales para caballeros con un sentido auténtico de la moda. Aunque, al mismo tiempo, sus robustas cajas y sus gruesas asas muestran que también tenían la solidez para soportar un estilo de vida aventurero.
Pero no fue hasta 1957 cuando el Seamaster se sumergió en una innovación seria para el buceo. Una era que estaba definida por el rocanrol es igual de importante recordarla por sus sólidos avances en la exploración. El monte Everest fue conquistado e incluso el espacio se convirtió en una nueva y tentadora frontera. Pero, para los que descendían bajo el nivel del mar, se abrió para siempre un mundo de descubrimientos oceánicos con el auge de los equipos de submarinismo. Esta apasionante búsqueda era ahora asequible y alcanzable para casi todo el mundo y, cuando las aguas del globo se abrieron a los negocios y la diversión, el Omega Seamaster se preparó para unirse a la acción.
El punto de partida de esta nueva trayectoria oceánica fue el Seamaster 300, una parte de la trilogía "Professional" de Omega lanzada en 1957 (junto con los primeros diseños Speedmaster y Railmaster). La fácil lectura de la esfera del 300, con agujas "broad arrow" e índices de puntas agudas sobre un fondo negro azabache, era la primera ventaja visible. Pero la auténtica magia estaba en la excepcional estanquidad del modelo, indicada por la clara estrella "Naiad" de la corona, dentro del logotipo.
El primer Seamaster 300 y sus siguientes ediciones se convirtieron pronto en la elección de muchos de los exploradores y buceadores más famosos del mundo. Incluso Jacques-Yves Cousteau y su equipo confiaron en él durante sus experimentos Précontinent II en el mar Rojo, en el verano de 1963, para probar que los buceadores podrían vivir durante largos períodos sin efectos adversos en un ambiente sumergido y saturado de gas. El Seamaster 300 seguiría también siendo el reloj elegido por los buceadores militares de todo el mundo, incluido, entre otros, el British Special Boat Service.
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Cuando fueron pasando los años, la "carrera hacia las profundidades" fue acelerándose y la importancia dada a los descubrimientos científicos se hizo mayor que nunca. John F. Kennedy fue conocido por su atrevida promesa de enviar al hombre a la Luna. Aunque, al mismo tiempo, dijo también: "El conocimiento de los océanos es más que una cuestión de curiosidad. Nuestra supervivencia puede depender de él". En las décadas siguientes al discurso de Kennedy, se hicieron inversiones enormes que cambiaron para siempre nuestro conocimiento del océano y del modo en que afecta el clima, el tiempo y la química planetaria. Para bajar hasta allí, organizaciones como COMEX crearon centros de investigación completos, que ayudarían a resolver los problemas que ocurrían cuando se descendía a grandes profundidades. Pero ¿podría algún reloj soportar las crecientes presiones que se estaban alcanzando ahora?
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Otra vez, Omega estuvo a la altura (¿o mejor "profundidad"?) del reto. En 1970, se lanzó el emblemático y nada convencional Seamaster Ploprof. Para combatir las fuerzas físicas de los océanos y maximizar la resistencia al agua, la caja monobloque angulada alojó un sistema de juntas sobrecomprimidas que garantizaban un funcionamiento excepcional. La corona cuadrada, totalmente hundida en la caja y protegida por una gran tuerca de bloqueo, estaba situada a las 9, para proporcionar a la muñeca más facilidad de movimiento y evitar golpes accidentales.
Además del agua, el "Ploprof" encontró también un modo de repeler otro intruso problemático. Durante la descompresión, los buceadores industriales pueden pasar horas dentro de campanas de inmersión, respirando gases que contienen minúsculos átomos de helio. Pequeños pero potentes, estos átomos pueden infiltrarse en el reloj de inmersión y hacer que explote cuando se detiene la descompresión. A diferencia de la mayoría de los relojes, que están provistos con válvulas de escape de helio, el ingenioso diseño del "Ploprof" evitaba desde el principio que el helio entrara en el reloj. Así, la precisión nunca podría ser afectada por el gas.
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Lo siguieron más Seamaster de inmersión importantes, todos con atributos de diseño únicos, que cimentarían la fama de la colección por su excelencia para el submarinismo oceánico. El Seamaster 1000, por ejemplo, fue el modelo más hermético manufacturado por Omega hasta 2009. El Seamaster "Big Blue", lanzado en 1972, fue el primer cronógrafo de inmersión hermético hasta 120 m/400 ft. Y el Seamaster 200 SHOM de 1979, que fue apodado así por los coleccionistas debido a haber sido el elegido en el Service Hydrographique et Océanographique de la Marine (SHOM), que seleccionó este modelo para sus trabajos de producción de mapas y cartas marinas oficiales. Pero, para Omega, el Seamaster tenía todavía un papel importante que interpretar en tierra. Después de todo, los modelos originales de los años 40 y 50 del pasado siglo se habían visto más con trajes de calle y esmóquines que con trajes de neopreno. Fiel a aquel espíritu tradicional, Omega amplió su colección Seamaster en la décadas de 1960 y 70, para incluir una exuberante serie de relojes de vestir que fueron perfectos para las grandes ciudades y los almuerzos largos. Inspirados por las modas y los gustos de los "Swinging Sixties", los locos años sesenta, y más allá, aquellos audaces modelos introdujeron una nueva y brillante paleta de colores, incluidos los azules, los rojos, los naranja y los marrones, además de un variado surtido de nuevas proporciones y personalidades. Por una parte, se podía encontrar la belleza aerodinámica de una caja "Pilot Line", mientras, por la otra, estaba un coloso octogonal como el cronógrafo "Hard Metal" de 1971 o la extravagante configuración del "Bullhead" de 1970. Viendo hoy esos Seamaster, cuesta creer que todos ellos pertenezcan a una sola colección. Cada modelo estaba definido por su propio y único carácter y desde luego representaba la "expresión individualista" que estaba desarrollándose dentro de la sociedad de entonces.
Es igual de importante mencionar la introducción de nuevos materiales durante aquella época. Seamaster ha sido siempre una colección que ha dado la bienvenida a los diseños experimentales y las características pioneras. No fue una sorpresa ver aparecer el titanio y el tungsteno, dos metales que ofrecían cualidades tanto estéticas como funcionales.
Cuando llegó la década de 1980, el Seamaster, junto con toda la industria suiza de relojería, experimentó una agitación bastante turbulenta. Casualmente, esta década se recuerda siempre por sus provocadoras erupciones en la política, la música, la tecnología y la moda. Pero habría que recordar que la relojería sufrió también su propio evento catastrófico. La década anterior había sido testigo de un alza en los relojes de cuarzo japoneses, además de una severa recesión económica. La combinación fue una tormenta perfecta que llegó a los años 80 y amenazó con sumir en la oscuridad las marcas de relojes suizos. Como la popularidad de los relojes mecánicos se vio significativamente afectada, la industria necesitó responder, ¡y rápido! Afortunadamente, como es bien sabido, muchas de las marcas suizas amenazadas respondieron uniendo fuerzas como un gran grupo y consolidando su experiencia en la producción de relojes. Con esta visión y reestructuración, la industria consiguió estabilizarse y mantener la cabeza fuera del agua.
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Parte de la recuperación de Omega se basó en el lanzamiento de sus propios modelos de cuarzo, incluida una gama de Seamaster que satisfizo la demanda de los clientes en cuanto a una precisión futurista y asequible, más que en cuanto a valores tradicionales. Pero, como podía esperarse, estas creaciones Seamaster no se limitaron a seguir la tendencia. Encontraron su propio camino para mantenerse únicas e innovadoras. Otra vez más, la colección incorporó materiales fascinantes como la elegante cerámica y el carburo de titanio, como se evidencia en el visionario Seamaster "Black Tulip" de 1982, y también tecnologías pioneras que permitieron la combinación perfecta de diferentes materiales, como demuestra claramente el Polaris Chronograph de 1986. De hecho, en muchos Seamaster de esta década, pueden encontrarse todavía múltiples y notorias indicaciones del entusiasmo de la colección por ser diferente.
Los siguientes 20 años pueden describirse como algo parecido a una revolución para Omega y su colección Seamaster. La década de 1990 trajo cambios y desarrollos masivos que no solo inspiraron el diseño, sino que también impulsaron a la firma a centrarse en el ocio de una forma nueva y dinámica.
Quizás el momento más significativo llegó en 1993, cuando los primeros modelos Seamaster Diver 300M aparecieron en el mercado. El lanzamiento supuso para Omega un retorno triunfante al mundo de los relojes de inmersión y demostró que la inventiva de la firma se mantenía tan potente como siempre. El modelo de cronógrafo fue elegido Watch of the Year 1994, reloj del año 1994, en Armbanuhren –el primer premio de esta clase otorgado por la revista alemana de relojes– y fue elogiado por su diseño externo, que incluía una esfera con ondas, un brazalete integrado de titanio, tántalo y oro rojo, además de una increíble tecnología subacuática, con pulsadores que podían funcionar incluso bajo presiones de 300 m/1000 ft de profundidad.
En particular, el Seamaster Diver 300M coincidió con el marketing revitalizado y las asociaciones de Omega en la década de 1990. La firma estaba estableciendo nuevas relaciones en deportes como las carreras de coches y la navegación a vela y acuñando sus credenciales en el mundo de la moda por medio de una creciente familia de embajadores Omega, que incluía a la supermodelo Cindy Crawford. Una sensación de optimismo y evolución se estaba propagando en Omega y llevándola a la era moderna con una imagen dinámica.
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Luego, en 1995, el Seamaster obtuvo el usuario más famoso de todos. Cuando James Bond volvió a las pantallas de cine con GoldenEye, su Seamaster Diver 300M azul resultó inconfundible bajo el puño de su camisa. La elección del espía había venido de la diseñadora de vestuario de la película, Lindy Hemming, que opinó que un Seamaster era el reloj más apropiado para un capitán de fragata. Obviamente, Hemming había prestado mucha atención a la herencia militar de Omega, de la que el Seamaster había surgido.
Este fue un momento que cimentaría para siempre la fama del Seamaster. En todas las películas de 007 desde 1995, James Bond y su Seamaster han sido inseparables. Más veces que pocas, el reloj ha interpretado un papel de salvavidas, con cualidades explosivas que, comprensiblemente, nunca han sido integradas en los diseños destinados al público en general. Aunque la asociación con Bond ha dado al Seamaster un legado adicional de una enorme resonancia entre los fans.
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En los años siguientes al lanzamiento del Diver 300M, el Seamaster no escatimó nada. De hecho, los primeros años 2000 vieron el lanzamiento de muchos modelos que ahora se consideran clásicos modernos. Primero llegó el Aqua Terra de 2002. Aludiendo de pasada a los primeros días de sofisticación deportiva del Seamaster, la aproximación minimalista a este reloj evocaba el nítido diseño del Seamaster 300 original y mostraba que Omega era capaz de tomar su preciada historia y actualizarla totalmente para un mundo moderno.
La inspiración del pasado resultaba también evidente en el primer Seamaster Planet Ocean, lanzado en 2005. También tomó del Seamaster 300 muchas de sus características de diseño, pero tenía un elemento exclusivo que podía apartarlo de todos los demás Seamaster y, sin duda, de todos los demás relojes del mundo: el escape Co-Axial. Esta ingeniosa idea fue inventada por el relojero británico George Daniels y su primera aparición en el calibre 2500 de Planet Ocean situó a Omega en un camino hacia terrenos increíbles de precisión y funcionamiento.
Los movimientos Co-Axial no fueron los únicos ases Seamaster sacados en el nuevo milenio. Omega estaba también promoviendo apasionadamente la colección con modelos inspirados en el océano, incluidos los diseños Regatta para regatistas de vela y también relojes para los más valientes buceadores en apnea. Igual que en los primeros años de la aparición del Seamaster, Omega estaba creando modelos con el estilo y los deportes en la mente.
Durante sus primeros 70 años, el Omega Seamaster ha continuado evolucionando, ofreciendo un estilo externo y una excelencia en su mecánica que se han ganado confianza y admiración en todo el mundo. Uno de sus mayores puntos fuertes ha sido el talento para desarrollarse. Por supuesto, si mira usted hoy a través de los escaparates de una Boutique Omega, será testigo de la culminación de su viaje increíble hasta la actualidad. En los modelos más recientes, Omega ha mantenido todos los aspectos tecnológicos y estéticos que llegaron antes, pero los ha mejorado radicalmente por medio de materiales, movimientos y tecnología punteros en el sector. Desde creaciones cerámicas de vanguardia, como el "Deep Black", a los modelos Aqua Terra con certificación Master Chronometer (el más alto nivel de la relojería en cuanto a precisión, funcionamiento y resistencia al magnetismo), hoy el Seamaster representa lo mejor que Omega puede ofrecer.
Básicamente, la colección ha alcanzado el equilibrio perfecto entre lujo y función. Se trata de un triunfo en el arte de la relojería y de la elección comprobada para millones de clientes, coleccionistas, exploradores, atletas y para un espía especialmente famoso. Todo fan tiene su favorito. Todo modelo tiene su propia personalidad. Hoy, podemos repasar las páginas anteriores del impresionante viaje del Seamaster hasta la actualidad y, al mismo tiempo, imaginar lo que todavía falta por venir.