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Irresistiblemente resistente

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Un extracto de OMEGA Lifetime: Edición Magnética

Acabar con la maldición del magnetismo ha sido la meta de un siglo de relojería. Con el Master Chronometer, Omega ha infundido un atractivo totalmente nuevo al arte de la precisión.

La innovación constante ha asegurado que los relojes de pulsera actuales irradien calidad, gocen de un cronometraje preciso y estén dotados de una longevidad increíble. Aunque gran parte de la dura labor de los maestros relojeros pueda apreciarse al instante, la solución del que probablemente era el mayor problema de la relojería ha pasado algo inadvertida, lo que se debe muy posiblemente a la naturaleza invisible del propio problema: la atracción magnética.

Casi todos ignoran los peligros que tiene la radiación magnética para sus relojes y, a lo largo de los años, muy pocas marcas de relojería han ofrecido modelos con algún grado de protección contra sus efectos. Aunque el magnetismo no se considere dañino para los humanos, las ocasiones de exponer nuestro reloj de pulsera a sus efectos aumentan cada año. Aunque pueda parecer obvio que los dispositivos y aparatos eléctricos complejos emitan radiación magnética, especialmente las herramientas de trabajo personal con altavoces y cierres magnéticos, debemos procurar no pasar por alto los imanes más sencillos que encontramos a diario, como los que adhieren al frigorífico las fotos familiares.

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EN BUSCA DEL ANTIMAGNETISMO

La historia de la batalla de los relojeros por crear un reloj totalmente inmune al magnetismo culmina en los calibres Master Chronometer de Omega, recientemente lanzados, pero comienza hace casi doscientos años. Aunque, en los primeros días de los relojes de bolsillo, los imanes eran algo que solo se encontraba por casualidad y muy de vez en cuando, durante la Segunda Revolución Industrial se constató que las nuevas fuentes de energía eléctrica estaban causando problemas en aquellos relojes antes precisos.

Las potentes corrientes producidas para alimentar una nueva generación de maquinaria y alumbrado eléctrico trajeron con ellas unos campos magnéticos invisibles, que se diagnosticaron pronto como origen de problemas en el cronometraje. Los componentes de un movimiento de reloj están diseñados para funcionar con la menor fricción posible. Son numerosos y están situados dentro de un espacio minúsculo, que los obliga a moverse en perfecta armonía y operar dentro de tolerancias muy precisas.

Cuando las piezas se imantan, se atraen entre sí y, en lugar de marchar con suavidad, tienden a adherirse unas a otras. Los creadores de relojes de calidad se dieron cuenta pronto de que era posible atenuar algo el problema en el tren de engranajes si se realizaban partes del movimiento con materiales no ferrosos, porque estos metales y aleaciones tienen propiedades antimagnéticas, dado su bajo contenido en hierro. Aunque realizar en latón las platinas y las ruedas dentadas del movimiento paliaba un poco el inconveniente, la parte que seguía siendo necesario realizar en acero era el espiral, porque solo el acero proporcionaba espirales fiables y de larga duración. A mediados del siglo XIX, los relojeros buscaban ya con ahínco un material para muelles que no se viera afectado por los campos magnéticos y experimentaron exitosamente con vidrio, paladio y oro. Pero esos materiales demostraron ser demasiado delicados para una utilización prolongada y la producción de piezas en cantidades razonables resultaba problemática para la tecnología de la época. Hasta iniciado el siglo siguiente, no se descubrieron nuevas aleaciones que combinaron tanto la flexibilidad como las propiedades antimagnéticas requeridas y prepararon el camino al primer reloj "antimagnético" de bolsillo comercialmente disponible, que fue lanzado en 1915.

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EL IMPULSO DE LA POSGUERRA

Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, el Ministerio de Defensa Británico (MoD) emitió una especificación referente a un reloj de pulsera para pilotos y tripulantes en la que se incluía el requisito de una mayor resistencia al magnetismo. Esto era necesario porque los cazas de entonces proporcionaban poca protección ante la fuente de un gran campo magnético, los potentes magnetos del motor. Durante los años de la guerra, Omega suministró más de 110 000 relojes de especificación MoD, la mitad del suministro total de relojes efectuado por Suiza al Reino Unido. El ejército veneraba estos Omega por su calidad y precisión.

Cuando acabó la guerra, muchos de los avances tecnológicos iniciados durante las hostilidades cobraron impulso como proyectos civiles: se aprovechó la fusión nuclear para proporcionar electricidad doméstica, se mejoraron los anticuados sistemas de transporte público y se desarrollaron los motores y cohetes de reacción. Quienes trabajaban en las infraestructuras de aquellos proyectos, a menudo tenían que hacerlo en lugares sometidos a campos electromagnéticos siempre potentes y sus relojes lo sufrían. Pensando en esto, Omega comenzó a experimentar con una serie de nuevos prototipos de movimientos antimagnéticos, con aros de volante hechos de aleaciones metálicas especiales donde abundaba el berilio y protegidos por jaulas de Faraday. Con espirales aún en acero con alto contenido en hierro, la única defensa posible contra la radiación magnética era tratar de evitar que esta alcanzara de lleno tan delicado componente.

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JAULA DE FARADAY

Las jaulas de Faraday fueron inventadas en 1836 por el científico inglés Michael Faraday para bloquear campos electromagnéticos, mediante la utilización de materiales conductores que hacen circular la fuerza alrededor del exterior de la jaula y protegen así el delicado equipo interno.

El diseño de la jaula permite esta protección por la distribución del efecto del campo sobre el material conductor, que cancela ese efecto dentro de la jaula. Pueden utilizarse para proteger a los humanos de los rayos y las descargas electrostáticas y son generalmente conocidas por proteger dispositivos electrónicos delicados de la interferencia de radiofrecuencia. Aunque las jaulas de Faraday no pueden bloquear campos magnéticos estáticos o de variación lenta (por ejemplo, el campo magnético terrestre), pueden proteger eficazmente el interior si el material conductor del revestimiento es suficientemente grueso y si algunos huecos de la malla son mucho más pequeños que la longitud de onda de la radiación electromagnética.

EL ESPIRAL

El espiral o muelle estrechamente enrollado en espiral controla el cronometraje. En un reloj de pulsera, es la miniatura equivalente al péndulo de un reloj de pared y se manufactura minuciosamente con una longitud y tensión exactas.

Al enrollarse y desenrollarse, hace oscilar el aro de volante con una frecuencia determinada y resonante que controla la velocidad a la que giran los engranajes del reloj. Cuanto más estable sea la frecuencia, mayor será la precisión. Cuando se imantan, las espiras se atraen entre sí y el espiral no puede desenrollarse totalmente. Esto acorta la longitud eficaz del espiral, lo que da como resultado que el reloj adelante. En 2008, Omega lanzó los primeros movimientos Co-Axial con un espiral Si14 de silicio. Mientras los muelles de acero obtienen resultados variables durante la manufactura y tienen una vida útil limitada, la creación de estos delicados componentes en silicio Si14 asegura que la geometría exacta se reproduzca cada vez y que mantenga sus parámetros indefinidamente. Este material de la era espacial utiliza minuciosos procesos de elaboración asistidos por ordenador, para la formación perfecta de los espirales directamente de discos de silicio, en una sola operación. El resultado es un componente tres veces más fino que un cabello humano, pero resistente a fuertes impactos y totalmente inmune a los campos magnéticos.

La creación de nuevos calibres antimagnéticos ha traído una nueva era de relojes que ya no son alterados por los imanes.

LA PRUEBA SUPREMA

La tecnología de materiales había avanzado de modo espectacular durante los años transcurridos y, en 2008, Omega logró dotar un movimiento Co-Axial de un espiral Si14 de silicio, lo que redujo instantáneamente el problema del magnetismo en este componente esencial. Esta sola innovación abrió el camino a la creación del nuevo calibre 8508 Co-Ax­ial, que erradicó absolutamente el problema del magnetismo de una vez por todas, al replantear otras partes del movimiento y producirlas con materiales no ferrosos seleccionados, incluidos el titanio y la aleación níquel-fósforo.

Estos componentes actualizados han permitido que los relojes puedan sumergirse en campos magnéticos incluso superiores a 15 000 gauss, sin temer que el cronometraje pueda alterarse. Otra ventaja de no tener ya que incorporar la protección de una jaula de Faraday es que pueda colocarse un cristal para ver el movimiento a través del fondo de la caja. El nuevo calibre, que se presentó en el Omega Seamaster Aqua Terra >15 000 Gauss, a finales de 2013, supuso un cambio radical; el primer reloj no solo resistente a bajos niveles de magnetismo, sino totalmente inmutable incluso ante a los campos magnéticos más potentes. Desde 2014, Omega comenzó una campaña para extender esta nueva tecnología antimagnética a sus nuevos relojes, al lanzar la nueva familia de calibres Omega Master Co-Axial. En estos años, se han incluido tamaños de movimiento tanto grandes como pequeños, para relojes masculinos y femeninos, y, en 2016, se les unieron el calibre 8800/8900 y el 9900 Chronograph.

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